Poesía
Necesito que hablemos
Casas de comida rápida, autopistas, carteles de neón rotos, palmeras, estaciones de servicio que cargan autos eléctricos. Parece el futuro, pero, en realidad, es el presente postindustrial de las megápolis del mundo. Muerte y vida se desarrollan tras esas bambalinas de cartón, como escenarios de un Hollywood abandonado, yonquis y homeless petrificados por sustancias anaranjadas, caballos de equitación que saltan hacia el océano Pacífico, médiums en busca de señales, asados y dulce de leche.
Lxs argentinas que migran ya no pertenecen a ningún lugar, salvo al afecto. El western de sus aventuras, en esta tercera década del 2000, se ha transformado en un paisaje donde las cantinas han sido reemplazadas por los Starbucks replicados, y los hospitales-shopping producen rendimientos equivalentes al de cualquier industria. Entre la vida y la salud privada aparece la escritura como un oasis en medio de los desiertos californianos.
Una chica, sin su centro gravitacional, rinde homenaje cada día a quien perdió: lleva su ropa al lavadero, compra las flores que solía amar y recrea las recetas que esa persona le enseñó. Silvia Buis, de quien estoy segura será una de las escritoras argentinas más misteriosas y geniales de esta época, comienza a escribir sus primeros poemas. Lo hace sin apuro, sin reflectores, trazando su voz como una perla rara entre dos universos.
Flavía Garione
Silvia Buis nació en Firmat, Santa Fe. Actualmente vive en Temecula, California y es montadora profesional de equitación.
