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Poesía

 

 

 

Los ángeles son vacas

Como “el golpe de una naranja amarga en la vereda” los poemas de Los ángeles son vacas combinan los brillos y aromas de la pulpa estallada con el calor gris y ríspido del asfalto. Los perros al sol, monjes. Santuarios, los paisajes cenicientos por la caña de azúcar. Los besos rugosos de animales, bálsamos. Los personajes, feligreses, pero no en una calma procesión de sentidos, sino en una amarga y ponzoñosa escalada de monte. “No soy la poeta/ que mira el río y se calma.” Un libro signado por el incienso de la sensorialidad mística que contrasta con un lento y pesado escaldo en las calles de San Miguel, como si cada poema fuese sorber líquido de un cactus: única fuente de agua, amarga, brillosa y psicodélica. El agua es mito: el mar como aquello que fue el valle. La mística que practica el libro, entonces, no reside en abandonar el cuerpo, volverlo liviano, no hay un salirse de sí sino un salirse del nosotrxs, lo que se quiere abandonar es el paisaje social que abroja al cuerpo. Poemas de ir viniéndose, de quien se trata de desenraizar, dado que lo único que no corre en ese valle es el viento, pero al irse recuerda y al venirse se va, sin nostalgia, no hay memorias frágiles que recuperar, más bien inmersión, éxtasis, una posesión de la imaginación sobre el lenguaje. Las vírgenes son triángulos, teros las custodian, el sendero es el de un helado derretido y el clásico poema feliz de una persona en bicicleta termina con una caída. El sol ardido de la poesía tucumana se refracta en las cúpulas porteñas, seca el río donde soñaba bañarse Viel, y encuentra paisajes dentro de paisajes, como las moradas de Santa Teresa. Quien abra Los ángeles son vacas podrá sentir el sobresalto de lo sagrado en la mística del desencanto. 

Matías Heer

 

 

Sofía de la Vega nació en San Miguel de Tucumán en 1993, donde vive. Participó de la primera Residencia para poetas jóvenes del FIPR en 2017. Es organizadora del Festival Internacional de Literatura Tucumán. 

 

Los ángeles son vacas, Sofía de la Vega

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Los ángeles son vacas

Como “el golpe de una naranja amarga en la vereda” los poemas de Los ángeles son vacas combinan los brillos y aromas de la pulpa estallada con el calor gris y ríspido del asfalto. Los perros al sol, monjes. Santuarios, los paisajes cenicientos por la caña de azúcar. Los besos rugosos de animales, bálsamos. Los personajes, feligreses, pero no en una calma procesión de sentidos, sino en una amarga y ponzoñosa escalada de monte. “No soy la poeta/ que mira el río y se calma.” Un libro signado por el incienso de la sensorialidad mística que contrasta con un lento y pesado escaldo en las calles de San Miguel, como si cada poema fuese sorber líquido de un cactus: única fuente de agua, amarga, brillosa y psicodélica. El agua es mito: el mar como aquello que fue el valle. La mística que practica el libro, entonces, no reside en abandonar el cuerpo, volverlo liviano, no hay un salirse de sí sino un salirse del nosotrxs, lo que se quiere abandonar es el paisaje social que abroja al cuerpo. Poemas de ir viniéndose, de quien se trata de desenraizar, dado que lo único que no corre en ese valle es el viento, pero al irse recuerda y al venirse se va, sin nostalgia, no hay memorias frágiles que recuperar, más bien inmersión, éxtasis, una posesión de la imaginación sobre el lenguaje. Las vírgenes son triángulos, teros las custodian, el sendero es el de un helado derretido y el clásico poema feliz de una persona en bicicleta termina con una caída. El sol ardido de la poesía tucumana se refracta en las cúpulas porteñas, seca el río donde soñaba bañarse Viel, y encuentra paisajes dentro de paisajes, como las moradas de Santa Teresa. Quien abra Los ángeles son vacas podrá sentir el sobresalto de lo sagrado en la mística del desencanto. 

Matías Heer

 

 

Sofía de la Vega nació en San Miguel de Tucumán en 1993, donde vive. Participó de la primera Residencia para poetas jóvenes del FIPR en 2017. Es organizadora del Festival Internacional de Literatura Tucumán.