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Poesía

 

 

 

Mi signo es de fuego

Muchas veces me he preguntado cómo resiste un ser humano el –y en el– despojo, cuál es esa zona de resistencia, cómo o para qué alienta la creación y crea, a su vez, una obra inmensa, compleja y profunda, además, desde lo literario y desde lo ideológico. Porque, ¿cómo ponderaríamos una obra semejante sólo desde los aspectos retóricos o estilísticos?

A la Historia –dicen– en tanto relato oficial y de conveniencia, la escriben los vencedores. Pero detrás, a los costados, por encima, evadiéndose por las grietas que va generando el mismo relato clausurado –por ofrecerse a sí mismo como la Verdad– aunque irresoluto, aún, por hallarse siempre en construcción, van colándose la memoria personal, la memoria social, que complejizan y muchas veces socavan aquella primera Verdad, no siempre porque estén operando con esa intención, sino porque actúan discursivamente a contrapelo, ofreciendo versiones alternativas para la lectura de la realidad.

Escribir sobre el despojo, siendo testigo de una época, de una condición del hombre materializada en lo abyecto, escribir desde la intimidad y el dolor privado, pero como participación y ejecución de una memoria más delicada y compleja, porque es la memoria social, dejando pasar la luz, revelando, y proponiendo ese grito no como regodeo privado, sino como denuncia y participación de la verdad a los otros, y abriendo esa verdad posible salvarse, colectivamente salvarse. 

Elena Anníbali

 

 

Glauce Baldovin nació en Río Cuarto en 1928 y murió en Córdoba en 1995. Lectora voraz y autodidacta escribe desde temprano. Participa en varias publicaciones como la revista Mediterránea dirigida por su hermano en la década del 50, y Vertical, entre otras. Militante del Partido Comunista primero y del Partido Revolucionario de los Trabajadores después, también fue una militante de la seducción, la fuga, la fábula  y la dispersión. Así se acumulan poemas reescritos una y otra vez, manuscritos regalados a los amigos o dejados en las hojas en blanco de algún libro o en algún cuaderno y no es hasta 1987 que su obra empieza a ser publicada con Poemas (Libro de Lucía, El fuego, El combatiente),  su primer libro editado, producido por Julio Castellanos (Alción Editora). La dispersión continúa hasta hoy y quizás nunca terminemos de completar las obras completas de Glauce. También dictó talleres y su casa siempre estuvo abierta para lectores y escritores más jóvenes que aún hoy reconocen el legado de Glauce.Tuvo dos hijos, Sergio, el menor, desaparecido bajo bandera en mayo del 76, y Claudio, fallecido en un accidente 30 años después. Algo de su mirada está hoy en los ojos de sus nietos, Pablo, Federico y Lucía.

 

Mi signo es de fuego. Poesía completa, Glauce Baldovin

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Mi signo es de fuego

Muchas veces me he preguntado cómo resiste un ser humano el –y en el– despojo, cuál es esa zona de resistencia, cómo o para qué alienta la creación y crea, a su vez, una obra inmensa, compleja y profunda, además, desde lo literario y desde lo ideológico. Porque, ¿cómo ponderaríamos una obra semejante sólo desde los aspectos retóricos o estilísticos?

A la Historia –dicen– en tanto relato oficial y de conveniencia, la escriben los vencedores. Pero detrás, a los costados, por encima, evadiéndose por las grietas que va generando el mismo relato clausurado –por ofrecerse a sí mismo como la Verdad– aunque irresoluto, aún, por hallarse siempre en construcción, van colándose la memoria personal, la memoria social, que complejizan y muchas veces socavan aquella primera Verdad, no siempre porque estén operando con esa intención, sino porque actúan discursivamente a contrapelo, ofreciendo versiones alternativas para la lectura de la realidad.

Escribir sobre el despojo, siendo testigo de una época, de una condición del hombre materializada en lo abyecto, escribir desde la intimidad y el dolor privado, pero como participación y ejecución de una memoria más delicada y compleja, porque es la memoria social, dejando pasar la luz, revelando, y proponiendo ese grito no como regodeo privado, sino como denuncia y participación de la verdad a los otros, y abriendo esa verdad posible salvarse, colectivamente salvarse. 

Elena Anníbali

 

 

Glauce Baldovin nació en Río Cuarto en 1928 y murió en Córdoba en 1995. Lectora voraz y autodidacta escribe desde temprano. Participa en varias publicaciones como la revista Mediterránea dirigida por su hermano en la década del 50, y Vertical, entre otras. Militante del Partido Comunista primero y del Partido Revolucionario de los Trabajadores después, también fue una militante de la seducción, la fuga, la fábula  y la dispersión. Así se acumulan poemas reescritos una y otra vez, manuscritos regalados a los amigos o dejados en las hojas en blanco de algún libro o en algún cuaderno y no es hasta 1987 que su obra empieza a ser publicada con Poemas (Libro de Lucía, El fuego, El combatiente),  su primer libro editado, producido por Julio Castellanos (Alción Editora). La dispersión continúa hasta hoy y quizás nunca terminemos de completar las obras completas de Glauce. También dictó talleres y su casa siempre estuvo abierta para lectores y escritores más jóvenes que aún hoy reconocen el legado de Glauce.Tuvo dos hijos, Sergio, el menor, desaparecido bajo bandera en mayo del 76, y Claudio, fallecido en un accidente 30 años después. Algo de su mirada está hoy en los ojos de sus nietos, Pablo, Federico y Lucía.