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Novela. 

 

Las colonias del hambre

La acción transcurre en 1937, condensada en las pocas horas que van de la mañana al atardecer del primer domingo de primavera. Entre el río y el basural de Rosario se cruzan, representadas en hondos caracteres, una serie de vidas desdichadas, donde la sobrevivencia define las relaciones y la miseria es el crudo reverso de una sociedad opulenta. Wernicke propone, así, en esta primera «novela de villas» ampliar los márgenes literarios y dar cabida a mundos soterrados y negados por las narraciones oficiales.

La obra pone de manifiesto las contradicciones –vigentes– de una urbe que se imagina moderna y se encamina hacia un progreso sin fisuras ni resabios. Forjada junto con Julio Vanzo, su compañero sentimental y político, se instalaron en un cuartucho del sur de la ciudad y trabajaron mancomunadamente en el diseño literario y en las pinturas que, en rigor, no acompañan la trama (de un modo adjetivo), sino que forman parte intrínseca e indisociable de la obra.

Las colinas del hambre (1943) que remite en su lectura a ideas del marxismo y el organicismo, se emparenta a producciones no sólo del realismo social latinoamericano, sino que su impronta anticipa a obras documentales como la del fotógrafo Sebastião Salgado en Brasil o el cineasta Fernando Birri en Argentina, y pone de manifiesto el escenario social que daría contexto años más tarde al primer gobierno de Perón.

 

Rosa Wernicke (1907-1971), porteña de nacimiento, vivió, sin embargo, en varias ciudades del interior del país (Córdoba, Santiago del Estero, Rosario), lo cual le permitió conocer y retratar con notable sensibilidad las circunstancias de sus paisanos. Periodista y escritora, incursionó en la poesía, el teatro, la narrativa y la crítica literaria, y adaptó varias novelas para el radioteatro. Inmersa, junto al sería el gran compañero de su vida, el pintor Julio Vanzo, en grupos intelectuales que conjugaron las preocupaciones sociales con la producción artística, sus obras literarias aparecen atravesadas por esa búsqueda. Buena parte de su producción permanece inédita; otra, dispersa en los periódicos de la época (La Prensa, La Capital y La Tribuna). Se conocen Los treinta dineros (cuento, 1938, reeditada en 2013), Isla de angustia (cuento, 1941) y, su libro más celebrado, Las colinas de hambre, con el que ganaría en 1943 el premio Manuel Musto.









 

Las colinas del hambre, Rosa Wernicke

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Las colonias del hambre

La acción transcurre en 1937, condensada en las pocas horas que van de la mañana al atardecer del primer domingo de primavera. Entre el río y el basural de Rosario se cruzan, representadas en hondos caracteres, una serie de vidas desdichadas, donde la sobrevivencia define las relaciones y la miseria es el crudo reverso de una sociedad opulenta. Wernicke propone, así, en esta primera «novela de villas» ampliar los márgenes literarios y dar cabida a mundos soterrados y negados por las narraciones oficiales.

La obra pone de manifiesto las contradicciones –vigentes– de una urbe que se imagina moderna y se encamina hacia un progreso sin fisuras ni resabios. Forjada junto con Julio Vanzo, su compañero sentimental y político, se instalaron en un cuartucho del sur de la ciudad y trabajaron mancomunadamente en el diseño literario y en las pinturas que, en rigor, no acompañan la trama (de un modo adjetivo), sino que forman parte intrínseca e indisociable de la obra.

Las colinas del hambre (1943) que remite en su lectura a ideas del marxismo y el organicismo, se emparenta a producciones no sólo del realismo social latinoamericano, sino que su impronta anticipa a obras documentales como la del fotógrafo Sebastião Salgado en Brasil o el cineasta Fernando Birri en Argentina, y pone de manifiesto el escenario social que daría contexto años más tarde al primer gobierno de Perón.

 

Rosa Wernicke (1907-1971), porteña de nacimiento, vivió, sin embargo, en varias ciudades del interior del país (Córdoba, Santiago del Estero, Rosario), lo cual le permitió conocer y retratar con notable sensibilidad las circunstancias de sus paisanos. Periodista y escritora, incursionó en la poesía, el teatro, la narrativa y la crítica literaria, y adaptó varias novelas para el radioteatro. Inmersa, junto al sería el gran compañero de su vida, el pintor Julio Vanzo, en grupos intelectuales que conjugaron las preocupaciones sociales con la producción artística, sus obras literarias aparecen atravesadas por esa búsqueda. Buena parte de su producción permanece inédita; otra, dispersa en los periódicos de la época (La Prensa, La Capital y La Tribuna). Se conocen Los treinta dineros (cuento, 1938, reeditada en 2013), Isla de angustia (cuento, 1941) y, su libro más celebrado, Las colinas de hambre, con el que ganaría en 1943 el premio Manuel Musto.