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Poesía  

 

 

 

La luz sobre el nogal

Cuando mi padre, en sus últimos días, se iba apagando lentamente en su cama, venían a mis oídos los versos de Dylan Thomas: «Rage, rage against the dying of the light,» Yo sentía exactamente eso, rabia de ver cómo la existencia se opacaba en el camino de lo inevitable.

Él solamente respiraba y yo, de a ratos, le hablaba con la esperanza de que me escuchara, o por lo menos, pudiera registrar mi presencia.

Mi padre murió, pero la voz de Dylan siguió en mis oídos hasta que decidí hacer algo que me ayudara a comprender, a aceptar el dolor. Escribir me calma. Traducir también.

La búsqueda de luz por el lenguaje me produce un efecto tranquilizador, me hace sentir que en ese tránsito se recobra el sentido de las cosas. Meditar en palabras, tentar el límite, el idioma, que incita a corromperlo, a moldearlo, a comprender. Por eso me demoro, ensayo el haiku como síntesis de la observación, traduzco, leo, busco captar la realidad desde un estado anterior a las palabras y trato de expresar de algún modo lo que siento. El poema surge de fluir en ese territorio cenagoso donde se gestan las ensoñaciones.

Traducir me transporta, puesto que implica entrar en el mundo sutil de las ideas a través de un discurso, y es a la vez una forma de distracción. Muchas veces, antes de disponerme al poema, intento traducir algún párrafo para adentrarme en esas latitudes.

Este libro es un entretenimiento, una distracción necesaria, un intento por encontrar la forma posible del poema de Dylan en español, pero también es la expresión de lo que captan los sentidos, el mundo. El invierno transcurre a través de la ventana, yo persigo un color para mi vida, mientras miro las ramas del nogal recortadas contra el cielo y, de a ratos, la nieve.

¿Por qué trabajar con el lenguaje? Sus matices, Los tipos de registro del habla, el discurso formal, el pensamiento que se cuela mientras vamos moldeando alguna idea, las lecturas, las disquisiciones, todo esto me atrae y me conforta. Me atrevo, entonces, a volcar esta materia de estudio en la mesa de cocina que es el texto, para que el lector decida si comparte esta búsqueda, sigue hasta el final, se saltea alguna parte, o abandona por completo la lectura.

Necesité este paso, y ahora, necesito ofrecerlo para que siga su camino.

 

 

María Cristina Venturini. Es un caso perdido. Deambuló por las aulas con un micrófono amarillo tratando de enseñar inglés; después hizo budines, tortas, panes, aros, llaveros y telares para vender a los turistas. Aprendió a nadar en un río oscuro entre barrancas, pero al tiempo se vino a la montaña. Parece que no sabe lo que quiere. Sin embargo, cuando le hablan de poesía, le viene todo junto lo vivido y el mundo se le acomoda por un rato. En fin… algo del cielo ahí le va marcando el rumbo. Algo así parecería que sucede. 

Libros publicados Jaguar de Abril (2014), Poemas Anteriores (2015), La luz en el Nogal (2010-2012), Trinos elementales (1995) entre otros títulos.

 

La luz sobre el nogal, María Cristina Venturini

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La luz sobre el nogal

Cuando mi padre, en sus últimos días, se iba apagando lentamente en su cama, venían a mis oídos los versos de Dylan Thomas: «Rage, rage against the dying of the light,» Yo sentía exactamente eso, rabia de ver cómo la existencia se opacaba en el camino de lo inevitable.

Él solamente respiraba y yo, de a ratos, le hablaba con la esperanza de que me escuchara, o por lo menos, pudiera registrar mi presencia.

Mi padre murió, pero la voz de Dylan siguió en mis oídos hasta que decidí hacer algo que me ayudara a comprender, a aceptar el dolor. Escribir me calma. Traducir también.

La búsqueda de luz por el lenguaje me produce un efecto tranquilizador, me hace sentir que en ese tránsito se recobra el sentido de las cosas. Meditar en palabras, tentar el límite, el idioma, que incita a corromperlo, a moldearlo, a comprender. Por eso me demoro, ensayo el haiku como síntesis de la observación, traduzco, leo, busco captar la realidad desde un estado anterior a las palabras y trato de expresar de algún modo lo que siento. El poema surge de fluir en ese territorio cenagoso donde se gestan las ensoñaciones.

Traducir me transporta, puesto que implica entrar en el mundo sutil de las ideas a través de un discurso, y es a la vez una forma de distracción. Muchas veces, antes de disponerme al poema, intento traducir algún párrafo para adentrarme en esas latitudes.

Este libro es un entretenimiento, una distracción necesaria, un intento por encontrar la forma posible del poema de Dylan en español, pero también es la expresión de lo que captan los sentidos, el mundo. El invierno transcurre a través de la ventana, yo persigo un color para mi vida, mientras miro las ramas del nogal recortadas contra el cielo y, de a ratos, la nieve.

¿Por qué trabajar con el lenguaje? Sus matices, Los tipos de registro del habla, el discurso formal, el pensamiento que se cuela mientras vamos moldeando alguna idea, las lecturas, las disquisiciones, todo esto me atrae y me conforta. Me atrevo, entonces, a volcar esta materia de estudio en la mesa de cocina que es el texto, para que el lector decida si comparte esta búsqueda, sigue hasta el final, se saltea alguna parte, o abandona por completo la lectura.

Necesité este paso, y ahora, necesito ofrecerlo para que siga su camino.

 

 

María Cristina Venturini. Es un caso perdido. Deambuló por las aulas con un micrófono amarillo tratando de enseñar inglés; después hizo budines, tortas, panes, aros, llaveros y telares para vender a los turistas. Aprendió a nadar en un río oscuro entre barrancas, pero al tiempo se vino a la montaña. Parece que no sabe lo que quiere. Sin embargo, cuando le hablan de poesía, le viene todo junto lo vivido y el mundo se le acomoda por un rato. En fin… algo del cielo ahí le va marcando el rumbo. Algo así parecería que sucede. 

Libros publicados Jaguar de Abril (2014), Poemas Anteriores (2015), La luz en el Nogal (2010-2012), Trinos elementales (1995) entre otros títulos.