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Alejandra Pizarnik
Libros del Zorro Rojo
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Descripción

Ilustrados

 

 

La condesa que cayó del cielo

Este volumen —que cuenta, además, con un epílogo de la poeta y ensayista María Negroni, gran conocedora de la obra de Alejandra Pizarnik— narra los crímenes de Erzébet Báthory, una de las asesinas más siniestras de la historia, acusada de la muerte de seiscientas cincuenta jóvenes. En su castillo de los Cárpatos, a finales de siglo XVII, la condesa torturaba a sus víctimas con el fin de desangrarlas y conservar su juventud. Su leyenda maldita y fascinante pervive en el tiempo.

 

El trabajo gráfico de Santiago Caruso, artista insignia del catálogo de Libros del Zorro Rojo, bebe de los ilustradores medievales, del romanticismo y de la estética simbolista siglo XIX para lograr una representación simbólica del terror. Sus esgrafiados, que juegan con un entramado de contrastes entre rojos y negros, potencian el propio texto de la poeta y muestran cómo una obra preexistente deviene en algo nuevo con la intervención artística de un talentoso ilustrador.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alejandra Pizarnik. Fue hija de un matrimonio de inmigrantes judíos de Europa del este. A los diecisiete años inició estudios de filosofía y periodismo; más tarde se inscribió en la carrera de letras, que también abandonó. Asistió a clases de pintura en el taller de Juan Batlle Planas y a los diecinueve años publicó su primer libro, La tierra más ajena. A este le siguieron La última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971). Entre 1960 y 1964 vivió en París, donde hizo amistad con Julio Cortázar, Octavio Paz y André Pieyre de Mandiargues. Al regresar a Buenos Aires obtuvo el Premio Fondo Nacional de las Artes y la Beca Guggenheim. La condesa sangrienta, su prosa más extensa, entreteje la poesía y la reseña literaria. En un pasaje de sus diarios dejó escrito: «¿Cuál es mi estilo? Creo que el del artículo de la condesa. Insisto, una y otra vez, en la fascinación por el tema de mi nota. Nunca después volvió a sucederme algo parecido». Alejandra Pizarnik murió a los treinta y seis años tras haber forjado una de las obras más profundas y perdurables del siglo xx.