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 Hay fronteras que cruzamos sin saberlo. La primera vez que soñamos, la primera vez que nos miramos en un espejo o la primera vez que probamos el chocolate, la leche o el pan. Sofía por ejemplo, aunque en adelante lo hará tantas veces que le parecerá que lo hace desde siempre, está a punto de descubrir la sensación de deambular por la casa mientras su familia duerme.

Se levanta de la cama y asume que, a condición de no hacer ruido, es libre de hacer lo que quiera. No hacer ruido implica no correr, no dejar abierta ninguna puerta o ventana que pueda cerrarse de golpe, no gritar ni usar sus juguetes ruidosos. Así que Sofía deambula.

No tarda en descubrir que es muy distinto a cuando anda por ahí en otro momento del día: ahora cada habitación encierra una promesa, con sus revelaciones y peligros. El primer destino, quizás porque es el que más vedado tiene, es el escritorio de su papá. Sofía entra al cuarto lleno de papeles, pasa por alto las fotos y cuadros que ya conoce de memoria y va directo a abrir los cajones.

 

Paula Galansky

Concordia, Entre Ríos, 1991. Estudió la licenciatura en Letras en Rosario, donde actualmente reside y trabaja como docente y correctora freelance. Realizó talleres de escritura con Agustín González y Selva Almada, y desde el 2018 participa del taller y clínica de obra a cargo de Alejandra Zina. Por otro lado, desde el 2013 dicta talleres de acrobacia aérea.

En la edición 2019 de La Bienal publica su cuento El espacio vacío del plato.

 

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Se levanta de la cama y asume que, a condición de no hacer ruido, es libre de hacer lo que quiera. No hacer ruido implica no correr, no dejar abierta ninguna puerta o ventana que pueda cerrarse de golpe, no gritar ni usar sus juguetes ruidosos. Así que Sofía deambula.

No tarda en descubrir que es muy distinto a cuando anda por ahí en otro momento del día: ahora cada habitación encierra una promesa, con sus revelaciones y peligros. El primer destino, quizás porque es el que más vedado tiene, es el escritorio de su papá. Sofía entra al cuarto lleno de papeles, pasa por alto las fotos y cuadros que ya conoce de memoria y va directo a abrir los cajones.

 

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Concordia, Entre Ríos, 1991. Estudió la licenciatura en Letras en Rosario, donde actualmente reside y trabaja como docente y correctora freelance. Realizó talleres de escritura con Agustín González y Selva Almada, y desde el 2018 participa del taller y clínica de obra a cargo de Alejandra Zina. Por otro lado, desde el 2013 dicta talleres de acrobacia aérea.

En la edición 2019 de La Bienal publica su cuento El espacio vacío del plato.