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Narrativa

 

 

 

Hombres sin mujeres

Podríamos estar horas hablando de Ernest Hemingway, de lo que fue, de lo que todavía es. Un autor que, como dijo Alan Pauls sobre Borges, su némesis del siglo pasado por corpus y figura, no escribe una obra, escribe una literatura. La convoca. Ese Hemingway es, esencialmente, el primer Hemingway, el de los años veinte, cuando hace su irrupción y cambia el estilo de la prosa -más arquitectura que decoración-, no solo de su tiempo, sino para siempre. Los catorce cuentos de Hombres sin mujeres forman parte de esos años dorados en los que fundó un estilo, una técnica que trabajó hasta la pureza. Los hombres de Hemingway son lo que hacen, sí, pero no solo sus actos los definen, sino el principio que los mueve: el honor. Acá son toreros, boxeadores, soldados, extranjeros, hay hombres solitarios, borrachos, perdedores, atribulados, temerosos y, por acción u omisión, sin mujeres. En estos cuentos, Hemingway trabaja sobre los temas que ocuparían sus obras posteriores: las víctimas de guerra y sus heridas a cuestas, los deportes y la deportividad, la aridez del final, el miedo y la desilusión romántica, la relación entre hombres y mujeres y, sobre todo, la masculinidad -probablemente su gran tema, el que profundizó como ninguno-. El libro incluye El invicto, En otro país, Colinas como elefantes blancos, Los asesinos o Carrera de persecución, clásicos de Hemingway y su estilo minimalista, seco, pausado, de diálogos certeros y sutilmente expresivo, lleno de matices y sentidos ocultos. Como diría el narrador de Una historia banal: ahí había romance. 

Manuel Álvarez

 

 

Ernest Hemingway (Illinois, 1899 - Idaho, 1961) fue uno de los más grandes escritores norteamericanos del siglo pasado, destacando como cuentista, novelista y periodista. profesión en la que se inició a muy corta edad. A los 19 años, durante la Primera Guerra Mundial, se enroló en la Cruz Roja y fue herido por el fuego de un mortero mientras servía en Italia. A comienzos de la década del veinte se instaló en París como corresponsal de prensa y frecuentó los círculos literarios de la generación perdida (Gertrude Stein, James Joyce, Ezra Pound y Francis Scott Fitzgerald fueron algunos de sus célebres compañeros de esos años parisinos). En la década del treinta fue corresponsal de la guerra civil española y otros conflictos bélicos. Más allá de sus constantes viajes, vivió alternadamente entre Florida, Cuba e Idaho, donde se quitó la vida a los 61 años. Publicó, entre otros libros, En nuestro tiempo (1925): Fiesta (1926); Adiós a las armas (1929); Por quién doblan las campanas (1940); El viejo y el mar (1952). por el que recibió el Premio Pulitzer en 1953: Las nieves del Kilimanjaro (1961): y de manera póstuma, París era una fiesta (1964). Ganó el premio Nobel de Literatura en 1954, pero su huella la había dejado antes.

Hombres sin mujeres, Ernest Hemingway

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Hombres sin mujeres

Podríamos estar horas hablando de Ernest Hemingway, de lo que fue, de lo que todavía es. Un autor que, como dijo Alan Pauls sobre Borges, su némesis del siglo pasado por corpus y figura, no escribe una obra, escribe una literatura. La convoca. Ese Hemingway es, esencialmente, el primer Hemingway, el de los años veinte, cuando hace su irrupción y cambia el estilo de la prosa -más arquitectura que decoración-, no solo de su tiempo, sino para siempre. Los catorce cuentos de Hombres sin mujeres forman parte de esos años dorados en los que fundó un estilo, una técnica que trabajó hasta la pureza. Los hombres de Hemingway son lo que hacen, sí, pero no solo sus actos los definen, sino el principio que los mueve: el honor. Acá son toreros, boxeadores, soldados, extranjeros, hay hombres solitarios, borrachos, perdedores, atribulados, temerosos y, por acción u omisión, sin mujeres. En estos cuentos, Hemingway trabaja sobre los temas que ocuparían sus obras posteriores: las víctimas de guerra y sus heridas a cuestas, los deportes y la deportividad, la aridez del final, el miedo y la desilusión romántica, la relación entre hombres y mujeres y, sobre todo, la masculinidad -probablemente su gran tema, el que profundizó como ninguno-. El libro incluye El invicto, En otro país, Colinas como elefantes blancos, Los asesinos o Carrera de persecución, clásicos de Hemingway y su estilo minimalista, seco, pausado, de diálogos certeros y sutilmente expresivo, lleno de matices y sentidos ocultos. Como diría el narrador de Una historia banal: ahí había romance. 

Manuel Álvarez

 

 

Ernest Hemingway (Illinois, 1899 - Idaho, 1961) fue uno de los más grandes escritores norteamericanos del siglo pasado, destacando como cuentista, novelista y periodista. profesión en la que se inició a muy corta edad. A los 19 años, durante la Primera Guerra Mundial, se enroló en la Cruz Roja y fue herido por el fuego de un mortero mientras servía en Italia. A comienzos de la década del veinte se instaló en París como corresponsal de prensa y frecuentó los círculos literarios de la generación perdida (Gertrude Stein, James Joyce, Ezra Pound y Francis Scott Fitzgerald fueron algunos de sus célebres compañeros de esos años parisinos). En la década del treinta fue corresponsal de la guerra civil española y otros conflictos bélicos. Más allá de sus constantes viajes, vivió alternadamente entre Florida, Cuba e Idaho, donde se quitó la vida a los 61 años. Publicó, entre otros libros, En nuestro tiempo (1925): Fiesta (1926); Adiós a las armas (1929); Por quién doblan las campanas (1940); El viejo y el mar (1952). por el que recibió el Premio Pulitzer en 1953: Las nieves del Kilimanjaro (1961): y de manera póstuma, París era una fiesta (1964). Ganó el premio Nobel de Literatura en 1954, pero su huella la había dejado antes.