No Ficción
Diario de una aprendiz de señas
Siguiendo un impulso, una mujer se anota en un curso de Lengua de Señas. Llega al aula y se sienta sola frente al profesor. Una persona oyente frente a una persona sorda. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Y ahora? Todo es silencio. Todo es comienzo.
Parece una buena premisa para narrar, y en efecto lo es. Pero pasa de buena a perfecta si quien va a registrar el proceso de aprendizaje es Tania Dick. Tania escribe hace muchos años; sin embargo, este es su primer libro publicado. Todos sus textos tienen que ver, de las maneras más sutiles, con el cuerpo y con el espacio: con el movimiento. En este caso el movimiento es el idioma; el cuerpo va a tener que aprender sus recorridos para poder comunicar, la mente va a tener que aprender los recorridos de otro cuerpo para poder entender. “Las manos en el escritorio y mis ojos desbordados de recorridos”, dice Tania. Y después: “No decir la palabra que pienso, moverla para que gire y gire”. Tania tiene un sentido extra: puede percibir modificaciones ínfimas. Del aire, del sonido, del cuerpo, del ánimo. Y lo que es más asombroso: puede decirlas. Encuentra las palabras para decir lo que es casi una abstracción, y encuentra la sintaxis. A veces parece que tanteara: voy a poner esta palabra acá, o mejor no, o mejor sí: “Estoy en la zona del error, como una traductora buscando lenguaje”.
¿Quién si no ella, entonces, podría relatar la morfología, la sensorialidad y la emoción de un curso de Lengua de Señas?
Laura Wittner
Tania Dick nació en La Plata en 1972, vive en Buenos Aires. Se formó como bailarina y coreógrafa. Es profesora de Técnica Alexander. Estudia Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Diario de una aprendiz de señas es su primer libro.
Diario de una aprendiz de señas, Tania Dick
No Ficción
Diario de una aprendiz de señas
Siguiendo un impulso, una mujer se anota en un curso de Lengua de Señas. Llega al aula y se sienta sola frente al profesor. Una persona oyente frente a una persona sorda. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Y ahora? Todo es silencio. Todo es comienzo.
Parece una buena premisa para narrar, y en efecto lo es. Pero pasa de buena a perfecta si quien va a registrar el proceso de aprendizaje es Tania Dick. Tania escribe hace muchos años; sin embargo, este es su primer libro publicado. Todos sus textos tienen que ver, de las maneras más sutiles, con el cuerpo y con el espacio: con el movimiento. En este caso el movimiento es el idioma; el cuerpo va a tener que aprender sus recorridos para poder comunicar, la mente va a tener que aprender los recorridos de otro cuerpo para poder entender. “Las manos en el escritorio y mis ojos desbordados de recorridos”, dice Tania. Y después: “No decir la palabra que pienso, moverla para que gire y gire”. Tania tiene un sentido extra: puede percibir modificaciones ínfimas. Del aire, del sonido, del cuerpo, del ánimo. Y lo que es más asombroso: puede decirlas. Encuentra las palabras para decir lo que es casi una abstracción, y encuentra la sintaxis. A veces parece que tanteara: voy a poner esta palabra acá, o mejor no, o mejor sí: “Estoy en la zona del error, como una traductora buscando lenguaje”.
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