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Poesía


 

Falta Simón Huellas. Y este libro que nace. La extraña evidencia de ser parte. Frágil certeza, que no escribe mi nombre, ni el de mi padre, ni el de mi madre. No figura mi abuelo entre esas largas listas. No hubo que correr hacia otros lugares, ni quemar libros, ni esconder a nadie y, sin embargo allí estamos, puedo reconocerme, reconocerlos.

“En Perico siempre parece que la dictadura pasó allá lejos: en Buenos Aires, en Córdoba, en Santa Fe ¡Y acá también pasó. Acá falta Simón!”




 

Roberto Martínez Me llamo Roberto, nací en 1978, me dicen Calambre. Al nombre me lo puso mi abuela, dicen que el día que nací se lo pidió a mi viejo y a mi vieja. Es un nombre muy caro en mi familia, muy querido, es el que tenía el hermano de mi abuela y se murió en un accidente unos meses antes de que yo naciera. Cargo con esa historia y desde hace unos años juego con mis hijos a que soy “¡el último Roberto!”. Chequeamos entre sus compañeros y nada, en fútbol nada, en el barrio nada, entre sus amigos… ya nadie se llama Roberto.

 

Falta Simon, Roberto Martínez

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Falta Simón Huellas. Y este libro que nace. La extraña evidencia de ser parte. Frágil certeza, que no escribe mi nombre, ni el de mi padre, ni el de mi madre. No figura mi abuelo entre esas largas listas. No hubo que correr hacia otros lugares, ni quemar libros, ni esconder a nadie y, sin embargo allí estamos, puedo reconocerme, reconocerlos.

“En Perico siempre parece que la dictadura pasó allá lejos: en Buenos Aires, en Córdoba, en Santa Fe ¡Y acá también pasó. Acá falta Simón!”




 

Roberto Martínez Me llamo Roberto, nací en 1978, me dicen Calambre. Al nombre me lo puso mi abuela, dicen que el día que nací se lo pidió a mi viejo y a mi vieja. Es un nombre muy caro en mi familia, muy querido, es el que tenía el hermano de mi abuela y se murió en un accidente unos meses antes de que yo naciera. Cargo con esa historia y desde hace unos años juego con mis hijos a que soy “¡el último Roberto!”. Chequeamos entre sus compañeros y nada, en fútbol nada, en el barrio nada, entre sus amigos… ya nadie se llama Roberto.