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Poesía

 

 

 

Una vez fue todo

En un memorable decálogo Jan Švankmajer escribió: “Tus obsesiones son, con mucho, lo mejor que posees. Son reliquias de la infancia. Y es de las profundidades de la infancia de donde proceden los mayores tesoros”.

Este libro es una caja repleta de esa clase de reliquias que no son recuerdos sino sentimientos. Su título parece evocar el tradicional y maravilloso “había una vez” y ya en el primer poema experimentamos algo del orden de lo inverosímil: nos encontramos asomados a una página donde un yo se asoma “a eso/ que una vez/ fue todo”. De ahí en adelante nos esperan mundos sutiles cuya lógica del sentido se alimenta de una minuciosa memoria sensorial dispuesta a hacer que las cosas del pasado se recreen en el presente de la enunciación y de una austeridad verbal que hace del canto una forma emparentada con el silencio. Sólo así –delicadamente– es posible traducir la intimidad de la evocación y su consoladora promesa de aprendizaje “para fijar el rumbo/ y empezar a crecer/ desde uno mismo”.

Según Olga Orozco “no sólo soy por lo que fui, sino que soy y fui por lo que seré”. En ese triple acontecer, la poesía de Alfredo Ariel Rossi es hoy la proyección de un mañana resplandeciente.

Diego E. Suárez

 

 

Alfredo Ariel Rossi

a los doce la poesía lo atrapó de incógnito

autoexiliado en la facultad de ciencias económicas

no logró escapar al ensueño de la musa impía

ella fue quien lo condujo por sinuosos senderos de castillos y dragones

a mitad de camino entre ese infierno y el suelo encontró siempre un pub abierto

sabe que esa penumbra urgente se parece mucho a un borrador que grita

como algunos de sus textos que se desnudan en medios digitales folletos revistas

piensa que la poesía es rock and roll escribe para la libertad

 

Una vez fue todo, Alfredo Ariel Rossi

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Una vez fue todo

En un memorable decálogo Jan Švankmajer escribió: “Tus obsesiones son, con mucho, lo mejor que posees. Son reliquias de la infancia. Y es de las profundidades de la infancia de donde proceden los mayores tesoros”.

Este libro es una caja repleta de esa clase de reliquias que no son recuerdos sino sentimientos. Su título parece evocar el tradicional y maravilloso “había una vez” y ya en el primer poema experimentamos algo del orden de lo inverosímil: nos encontramos asomados a una página donde un yo se asoma “a eso/ que una vez/ fue todo”. De ahí en adelante nos esperan mundos sutiles cuya lógica del sentido se alimenta de una minuciosa memoria sensorial dispuesta a hacer que las cosas del pasado se recreen en el presente de la enunciación y de una austeridad verbal que hace del canto una forma emparentada con el silencio. Sólo así –delicadamente– es posible traducir la intimidad de la evocación y su consoladora promesa de aprendizaje “para fijar el rumbo/ y empezar a crecer/ desde uno mismo”.

Según Olga Orozco “no sólo soy por lo que fui, sino que soy y fui por lo que seré”. En ese triple acontecer, la poesía de Alfredo Ariel Rossi es hoy la proyección de un mañana resplandeciente.

Diego E. Suárez

 

 

Alfredo Ariel Rossi

a los doce la poesía lo atrapó de incógnito

autoexiliado en la facultad de ciencias económicas

no logró escapar al ensueño de la musa impía

ella fue quien lo condujo por sinuosos senderos de castillos y dragones

a mitad de camino entre ese infierno y el suelo encontró siempre un pub abierto

sabe que esa penumbra urgente se parece mucho a un borrador que grita

como algunos de sus textos que se desnudan en medios digitales folletos revistas

piensa que la poesía es rock and roll escribe para la libertad