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Relatos

 

 

El signo de los tiempos

En el hambre de la posguerra un grupo de personas consigue un animal para comer, pero nadie sabe cómo matarlo y qué hacer después. La gente dice que Osaka no tiene muchos árboles, pero Odasaku los ve, siente el viento que corre entre sus ramas. Lo imprevisible de las relaciones humanas, esos ligeros giros que las dibujan. La belleza de cada una de estas situaciones. La belleza inseparable de su otro lado, el triste. Las historias de Oda son de una tristeza tan profunda que no necesita ser dicha. Sus libros fueron prohibidos por el gobierno japonés de la ocupación, de la derrota y el reacomodamiento. Un Japón tradicionalmente no afecto a los cambios instantáneos sino a los procesos más parecidos a una decantación, ahora ocupado por los americanos triunfantes, su cultura, sus valores urgentes. Oda no tiene un rumbo y así deambula, encontrando, diría Cortázar, sin buscar. Buscando el suyo, Oda nos abre un camino. El del buraiha entregado, el del shin gesaku que no entrega sus banderas. Oda está en los márgenes del Japón de su tiempo, en el borde. Y los bordes son, también, parte de las cosas.

Alejandra Kamiya

 

 

 

 

 

Oda Sakunosuke, Osaka, Prefectura de Osaka, 26 de octubre de 1913 - Tokio, Japón, 10 de enero de 1947) fue un novelista japonés. Junto a Osamu Dazai y Ango Sakaguchi, se le considera como uno de los denominados buraiha, un grupo de escritores disolutos que expresaron su ausencia de objetivos y crisis de identidad luego de la Segunda Guerra Mundial. ​ A menudo era conocido bajo el apodo de Odasaku), resultante de una combinación de su apellido y nombre.

El signo de los tiempos, Oda Sakunosuke

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El signo de los tiempos

En el hambre de la posguerra un grupo de personas consigue un animal para comer, pero nadie sabe cómo matarlo y qué hacer después. La gente dice que Osaka no tiene muchos árboles, pero Odasaku los ve, siente el viento que corre entre sus ramas. Lo imprevisible de las relaciones humanas, esos ligeros giros que las dibujan. La belleza de cada una de estas situaciones. La belleza inseparable de su otro lado, el triste. Las historias de Oda son de una tristeza tan profunda que no necesita ser dicha. Sus libros fueron prohibidos por el gobierno japonés de la ocupación, de la derrota y el reacomodamiento. Un Japón tradicionalmente no afecto a los cambios instantáneos sino a los procesos más parecidos a una decantación, ahora ocupado por los americanos triunfantes, su cultura, sus valores urgentes. Oda no tiene un rumbo y así deambula, encontrando, diría Cortázar, sin buscar. Buscando el suyo, Oda nos abre un camino. El del buraiha entregado, el del shin gesaku que no entrega sus banderas. Oda está en los márgenes del Japón de su tiempo, en el borde. Y los bordes son, también, parte de las cosas.

Alejandra Kamiya

 

 

 

 

 

Oda Sakunosuke, Osaka, Prefectura de Osaka, 26 de octubre de 1913 - Tokio, Japón, 10 de enero de 1947) fue un novelista japonés. Junto a Osamu Dazai y Ango Sakaguchi, se le considera como uno de los denominados buraiha, un grupo de escritores disolutos que expresaron su ausencia de objetivos y crisis de identidad luego de la Segunda Guerra Mundial. ​ A menudo era conocido bajo el apodo de Odasaku), resultante de una combinación de su apellido y nombre.